En la actualidad, Casilda cuenta con una estructura escolar que permite a sus ciudadanos disponer de una importante gama de posibilidades en todos los niveles en los que se organiza el sistema educativo. Lejos de tratarse de un proceso de evolución natural dirigido exclusivamente por el paso del tiempo, la consolidación de esta estructura es
En la actualidad, Casilda cuenta con una estructura escolar que permite a sus ciudadanos disponer de una importante gama de posibilidades en todos los niveles en los que se organiza el sistema educativo.
Lejos de tratarse de un proceso de evolución natural dirigido exclusivamente por el paso del tiempo, la consolidación de esta estructura es el producto de esfuerzos mancomunados de diferentes sectores de la sociedad casildense y el fruto de importantes luchas que involucran a actores locales y nacionales también diversos.
En los tiempos de la Villa Casilda, el conjunto de instituciones públicas, capaces de brindar alfabetización a los niños y adultos de una población en constante aumento, resultaba sumamente precario e insuficiente. Solamente las Escuelas Fiscales de Varones y Mujeres –pilares de la reconocida Escuela Nº 488 “Carlos Casado”- y la Escuela Elemental fundada en el barrio Nueva Roma por Juan Pescio, habían sido establecidas para cumplir con el mandato de educar al soberano en estas tierras del Sur santafesino.
Las carencias son la nota común en estos espacios, definidos en algunos medios como “ámbitos marcados por una pobreza franciscana”.
El poder público comunal -hablamos puntualmente de los Jueces de Paz y de las sucesivas Comisiones de Fomento- realizaban esfuerzos en ocasiones imposibles de sostener en el tiempo, para asegurar a los niños de la Villa una oportunidad mínima de acceder a las primeras letras: alquilando locales para las escuelas, adquiriendo útiles y prendas de abrigo, controlando el estado de higiene y salubridad de los sitios de enseñanza e inclusive abonando pequeños montos que permitieran el mantenimiento de un Docente que se ubique al frente de la clase en alguna de las entidades oficiales con que contaba el poblado.
Debido a esta situación, se incorporaron en las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX centros de enseñanza o maestros particulares que buscaron cubrir o complementar las intermitentes opciones dadas por el sistema público.
Así, se recuerdan las clases del maestro Jean Jean, la escuela particular de la señorita Costa, las escuelas de la comunidad italiana y otros colegios de origen étnico que a su vez trataban de mantener vivas en el pueblo las tradiciones de sus comunidades de origen.
Resulta muy llamativa para la época la cuestión del origen y expansión de la Escuela Nacional de Agricultura instalada en Casilda a la vuelta del siglo, entre 1899 y 1902. Enclavada en el corazón de la pampa cerealera, la Villa gestionó y recibió rápidamente la aprobación del Gobierno Nacional para instalar un Centro de Enseñanza Agrícola que, con el correr de las décadas, fue capaz de transformarse en el verdadero emblema de Casilda en la región, en el país y en el continente, llevando hacia la comunidad un entramado de saberes, técnicas, prácticas e inventos que permitieron modernizar las formas de organización del trabajo y de la producción en el medio rural casildense y de toda la región.
La declaratoria de Casilda como ciudad en septiembre de 1907 se verá acompañada por un nuevo empuje en lo que respecta al crecimiento de la oferta educativa, indicado en la aparición de un importante número de establecimientos en las dos décadas que siguen a dicha fecha.
En muy poco tiempo la demanda de Educación Primaria se completa con la instalación de un variado núcleo de escuelas, diseminadas -ahora también- en los sectores suburbanos de la ciudad, permitiendo a jóvenes de puntos distantes de la localidad, recibir instrucción sin alejarse de sus hogares para acudir a los espacios céntricos.
El surgimiento en la década de 1910 de una Escuela Normal de Maestros y de un Taller de Manualidades (intentará ser la base de una verdadera escuela de artes y oficios), abrió la posibilidad de formar educadores en los propios límites de la ciudad, al mismo tiempo que otorgó un nuevo empuje a la instrucción técnica de muchos hombres y mujeres que de esta forma pudieron organizar pequeños emprendimientos u ocuparse de tareas que aseguraban a numerosas familias un sustento económico y una expansión cultural sin precedentes en Casilda.
Hacia el final de esta década y durante los tres decenios siguientes, los Gobiernos Provincial y Nacional –este último por medio de la Ley Láinez- gestaron un puñado de instituciones insertas en el amplio distrito rural de Candelaria y Desmochados, favoreciendo el acceso a la educación básica de gran cantidad de hijos de colonos, peones y braceros que se ubicaban en la zona rural de Casilda.
La vanguardia de estas experiencias fue, sin dudas, la Escuela Nacional Nº 181 “Chubut”, dirigida por el maestro Oscar del Rosario Álvarez, base de un proceso de irradiación cultural sumamente novedoso que trató de reunir el saber escolar con las prácticas, tradiciones y conocimientos de los vecinos que desarrollaban diariamente su existencia en el medio social circundante.
Con la llegada de los años veinte, la ciudadanía comenzó a participar activamente en el despliegue de los Centros Escolares, a partir de la conformación, en casi todos los espacios educativos, de Sociedades Cooperadoras, Asociaciones de Padres, Comisiones de Auxilio o las reconocidas instituciones de la “Copa de Leche”, cuyas funciones básicas tendían a garantizar a los estudiantes las condiciones óptimas para su desarrollo físico, psíquico y emocional.
Es en esa misma década (1920) cuando aparecieron por primera vez las inquietudes del magisterio casildense por reivindicar sus derechos y por reflexionar sobre el verdadero lugar que ocupa la Escuela Pública en el fomento de las actividades de una comunidad. La Asociación del Magisterio creada en 1928 también será un ámbito de circulación de ideas innovadoras que intentaron cambiar formas tradicionales de pensar y de sentir los asuntos de la ciudad desde entonces.
La Voz Del Pueblo ha estado presente en este momento de verdadero salto creativo en la Educación Pública casildense, bregando permanentemente por la creación de Escuelas Fiscales y Nacionales en la trama urbana de la ciudad y en el ámbito rural, peleando por la reapertura o el mantenimiento de entidades amenazadas por los dictámenes gubernamentales, insertando en sus páginas notas de opinión, informaciones y reflexiones variadas de los miembros más destacados del magisterio local, ayudando permanentemente en la difusión de la tarea emprendida por las sociedades antes mencionadas para garantizar una educación digna para los hijos del poblado.
Entre fines de los años 30 y la década de 1960 se completa la oferta educativa, tanto con la construcción de numerosísimos edificios propios de Escuelas Primarias – eventos de alto impacto cívico saludados constantemente en las distintas ediciones del periódico- como con la irrupción de importantes Entidades de Educación Secundaria -la Escuela de Comercio, el Colegio Nacional, el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, el Instituto de Educación Técnica Sagrada Familia- y posteriormente el asentamiento de las bases de los estudios Terciarios y Universitarios que, como se ha indicado en las líneas iniciales, muestran en la actualidad un panorama sumamente enriquecedor para Casilda y su zona de influencia.
Como no puede ser de otra manera, La Voz Del Pueblo da otro paso en el apoyo a las prácticas educativas de la ciudad, ofreciendo a continuación un panorama lo más acabado posible sobre la historia y el desenvolvimiento actual de las Instituciones Educativas que tanto han dado y siguen dando por el futuro de los jóvenes de la localidad.
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