La educación avanzó cinco años en sólo tres meses (Re Thinking School, 2015: “Retrato robot de los colegios del futuro”; https://re.school/es/informe/. Muchos fueron los cambios que se suscitaron en la escuela durante el Ciclo Lectivo 2020, quizás el más notable haya tenido que ver con la virtualidad, sin embargo, todo lo acontecido a causa de la pandemia de la covid-19 definió un panorama inaudito: escuelas cerradas, clases virtuales, uso de redes sociales, empleo de cuadernillos, y, en algunos casos, utilización de fotocopias.  Aparecieron en primer plano las desigualdades sociales en el acceso a la tecnología y las falencias en conectividad, tanto de alumnos como de docentes. A pesar de todo, los trabajadores de la educación (docentes, preceptores, directivos, secretarios, asistentes pedagógicos) se mantuvieron firmes frente a una sociedad dividida entre quienes valoraron el trabajo y quienes recurrieron a la crítica. Los docentes trabajamos en 2020 más que en ciclos lectivos “normales”, propiciando el vínculo de los alumnos con la institución educativa y alentando a quienes no estaban seguros de continuar por el camino de la no presencialidad. Fuimos conscientes de la tarea titánica que la adversidad nos deparaba y nos reinventamos. El rol docente actual es más complejo, ya que nos posicionamos como administradores y guías en el uso de las herramientas virtuales, lugar en el que los recursos digitales se caracterizan como potenciales materiales de enseñanza. En este contexto, mientras la pandemia y el aislamiento continuaban su curso, nos capacitamos para transitar las instancias finales del ciclo lectivo en curso y empezar a delinear el 2021. La escuela que se viene será diferente: bimodalidad, virtualidad y protocolos; salud, higiene, espacios, flujos de circulación, horarios y conectividad. Se trabajará por proyectos, se alentará la capacidad de autonomía de los estudiantes, se fortalecerán los vínculos no sólo con los estudiantes, sino también con sus familias. En consecuencia, algunos cambios llegaron para quedarse, redefiniendo una escuela más abierta y flexible, que integre la tecnología a la práctica cotidiana para adapatarse a un mundo híbrido y cambiante, en el que los contenidos que se enseñen sean prioritarios en función de su significancia. Las familias no deberán estar ajenas a estos cambios. Y la sociedad tampoco. Una de las mejores actitudes a la hora de hacer juicios de valor es conocer y estar informados. Mientras algunos sostienen que los chicos “perdieron un año de clases” hay otros que pensamos que ganamos en muchos aspectos: fortalecimos vínculos, propiciamos la participación, alentamos el trabajo colaborativo, acompañamos y contuvimos a los estudiantes.

*Profesora de Castellano, Literatura y Latín.