Edición N° 275 - 5

La balanza de «Farmacia Lorenzi» en el Museo

La balanza de «Farmacia Lorenzi» en el Museo

Familiares de Ernesto Lorenzi, farmacéutico, han acercado al Museo y Archivo Histórico Municipal “Don Santos Tosticarelli” una balanza que se instaló en su local en los años ’40. Una balanza con mucha historia. Se la puede observar, e incluso pesarse, en la sala principal del Museo. Ana Clara Lorenzi, nieta de Ernesto, contó la historia

Familiares de Ernesto Lorenzi, farmacéutico, han acercado al Museo y Archivo Histórico Municipal “Don Santos Tosticarelli” una balanza que se instaló en su local en los años ’40. Una balanza con mucha historia. Se la puede observar, e incluso pesarse, en la sala principal del Museo.
Ana Clara Lorenzi, nieta de Ernesto, contó la historia en un texto que queremos compartir:

“En los años ´40 (del siglo pasado), un farmacéutico egresado con medalla de honor de la Universidad de Rosario, se instalaba, en un edificio de amplia fachada y pintoresco diseño, en la calle Buenos Aires. Fachada y diseño de típicas construcciones que remitían a templos o monumentos míticos. Y se instalaba con una farmacia que denominó “Lorenzi”, asumiendo con su apellido y su profesión amada toda la responsabilidad de la misma. Hoy la llamaríamos con el deslucido nombre de “emprendimiento”. En esas épocas un ejemplo de voluntad y un asiento de conocimientos magistrales en la confección de las recetas así calificadas.
Así lo recuerdo, como en esta foto. Largo guardapolvo blanco, una seriedad que contenía una aguda mirada y una fina ironía que solía salir de su boca, interpretando algún gesto, algún comentario, alguna noticia.
Se recuerdan también las tertulias que se realizaban con visitas de ínclitos personajes y donde los comentarios oscilaban entre el fútbol, donde Rosario Central y Alumni disputaban la centralidad de los temas, y algunos menos profanos y, en consecuencia menos importantes. El mate, cariñoso, se escondía detrás del mobiliario, en el Laboratorio donde pomadas, ungüentos, grageas y jarabes salían impecables para tranquilizar pacientes ansiosos y doloridos. Un David contra el incontenible avance de los específicos de Laboratorios implacables.
Mientras la ciudad crecía, las cuatro hermosas plazas cada vez eran más hermosas. Y la soja, de incesante desarrollo, hacía de esa ciudad, de ese Departamento de laboriosos habitantes enclavado en la pampa gringa, un bastión de progreso. Ernesto Lorenzi se casa con la única y maravillosa Margarita Vizcaya y tres hijos completan la familia.
Entretanto, un testigo mudo, quieto, es testigo de décadas de vida de esa farmacia, de su dueño y de su familia. Una balanza, de muy simple diseño, con un sensible aire art decó, de simple utilización y atrayente porte, un pequeño tótem de impecable desempeño y exacta información, pesaba escrupulosamente a los clientes que arrimaban a la farmacia.
Testigo también de desconsuelos (sobretodo femenino) ante la franqueza con que comunicaba pesos no deseados. Bueno. La familia Lorenzi, decide que ese instrumento de medición antiguo, curioso y bello, sea donado al Museo de Casilda, para que quede en la ciudad amada por toda ella, y lugar donde Don. Ernesto se afincó con decisión y con amor formó su familia. Queda pues al cuidado del Museo. Siempre habrá curiosos, investigadores o visitas alegres que se medirán en ella. Una vida y varias generaciones atestiguan que no es un artefacto: es un testigo tan curioso como las visitas que lo contemplen.”
La balanza ha quedado en el Museo, como “Objeto Destacado” y quienes deseen visitarla, y pesarse, ya que se encuentra en perfectas condiciones de uso, en los horarios de visita: de martes a viernes, de 8 a 12 y de 15:30 a 19:30 horas, y sábados y domingos, de 16 a 19 horas.

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