De repente todo se detuvo. El mundo se tuvo que arrodillar ante un virus desconocido.
Solo muy pocas personas podían salir de sus casas para prevenir el contagio del coronavirus. Médicos, enfermeros, políticos, policías, bomberos, recolectores de basura domiciliaria, fueron algunos de los pocos rubros que no se afectaron por ser considerados indispensables por el Gobierno Nacional. En tanto las escuelas en todos los niveles, bares, cines, teatros, cultos religiosos, espectáculos, entre tantos otros rubros quedaron suspendidos por tiempo indeterminado para evitar aglomeramiento de personas.
Al principio de la cuarentena, la mayoría se pensó que iban a ser sólo unos pocos días en sus casas, viendo películas, partidos de fútbol de otras épocas, novelas, leyendo libros y también quizás la actividad que más se incrementó fue cocinar. Todo era una experiencia nueva, hasta que el Gobierno decide con buen tino que la medida de urgencia de resguardarnos en nuestras casas debía seguir.
Es en este punto que ya algunas personas, sobre todo las que estaban solas en esta cuarentena, empiezan a extrañar a sus afectos, ya sea a sus padres, hijos o nietos y comienza a asomar la preocupación del tema económico, ya que se veía que lo de esta pandemia era para largo tiempo.
Los canales de Venecia empezaron a estar limpios, el cielo azul de Lima se veía como nunca antes, las calles de Buenos Aires desoladas e irreconocibles. De repente es como si se hubiera apagado la luz y hasta muchos, principalmente los ecologistas decían que este “parate” era un pedido a gritos de la Pachamama.
En la Televisión, todos los programas, todos, no hablaban de otro tema que no sea el coronavirus, y sus consecuencias. Llegó a ser abrumador las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Muchas personas perdieron la noción del día en que se vivía. La parte económica empezaba a ser un problema para muchos, tanto ó más grande que la pandemia.
La incertidumbre del trabajador tanto informal como formal era un tema muy preocupante y aún lo sigue siendo.
Se empezaron a extrañar a horrores los besos, los abrazos, las charlas con amigos, el mate, los viajes, la rutina de la libertad, pero todavía la gente apoyaba la medida del Gobierno Nacional en “quedarte en tu casa”.
Con el correr de los días, se empezaron a habilitar diferentes negocios con los protocolos de seguridad y se impuso el barbijo como obligación para salir. Hubo muchas personas que no podían justificar su salida y por ende fueron llevados a la seccional policial donde quedará asentado su incumplimiento a la cuarentena obligatoria.
Ya llegando a nuestros días, luego de pasar más de 60 días en cuarentena, los argentinos hemos demostrado que cuando se quiere se puede, ya la curva de infectados de coronavirus en nuestro país fue creciendo mucho más lentamente que en otros países de América y este logro se debió a que el pueblo se ajustó a las medidas del Gobierno.
Al realizar esta nota, los automóviles en Casilda tienen mucho más movimiento, al igual que las personas, que, si bien respetan el distanciamiento, las medidas de higiene y el uso del barbijo, no pueden relajarse y pensar la cuarentena está terminada.
Sin dudas el 2020, marcará un antes y después para la historia de la humanidad. El año en que todo se detuvo, el año en que apagaron la luz.
Muchos señalan que de esta situación que “saldremos mejores personas, mas consientes, solidarios y humanos”, es nuestro deseo que así sea. Sin dudas, será una forma de decir que todo el esfuerzo realizado tanto psicológico y económico, no fue en vano.