“Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.” (Rom. 14,7) Sin pretender incursionar en el terreno de la Psicología o Psiquiatría, puesto que el tratamiento del tema en su estado crítico corresponde a los Profesionales, lo que sí podemos hacer es reflexionar, con lenguaje doméstico para mejorar nuestro ánimo y
“Ninguno de nosotros vive para sí,
ni tampoco muere para sí.” (Rom. 14,7)
Sin pretender incursionar en el terreno de la Psicología o Psiquiatría, puesto que el tratamiento del tema en su estado crítico corresponde a los Profesionales, lo que sí podemos hacer es reflexionar, con lenguaje doméstico para mejorar nuestro ánimo y voluntad, sobre el Sentido de trascendencia, que contribuye a ir descubriendo algo más profundo, que es el Sentido de la vida.
Inesperadamente vivimos con mayor o menor intensidad, estados de ansiedad, angustia y depresión derivados de la pandemia. Y descubrir que somos seres trascendentes nos ubica en una realidad que a veces desconocemos o descuidamos: Nadie es sólo para sí mismo, sino que, al ser sociales, tenemos deberes u obligaciones hacia los demás.
Tenemos limitaciones, es cierto, pero todos poseemos atributos que pueden ser necesarios o provechosos para otros. Aún los que se sienten improductivos, debido a alguna discapacidad o edad (niños y ancianos), son importantes o necesarios para los que los rodean. La sola presencia, aunque sea para escuchar a un familiar, amigo o alguien olvidado, siempre será saludable y provechosa. Todos tenemos necesidad de ser amados y amar, ser reconocidos o tenidos en cuenta, pero el individualismo nos ha hecho olvidar al otro, y no tenemos en cuenta la esencia del ser humano, su valor y dignidad.
Ser trascendentes, es ir más allá del propio yo. Para los creyentes el atractivo esperanzador es la Vida eterna. La Fe ayuda a vivir aún en la adversidad. Pero todos debemos reconocer que nadie está exento del deber de aportar algo para alguien o para muchos, para hacer que valga la pena vivir, o para mejorar el mundo al que pertenecemos. Las habilidades, los carismas, las aptitudes, la inteligencia, la empatía y la solidaridad, pueden ser desarrolladas mediante la entrega. Por más insignificantes que nos creamos, siempre algo podemos aportar, y siempre podremos trascender.
Nuestro ánimo puede ser estimulado y fortalecido aún cuando todo contribuye a lo contrario, si descubrimos esta verdad.
Este es momento propicio para redescubrir el Sentido de Trascendencia, y para valorar con especial énfasis lo que están haciendo, muchas veces a nivel heroico, los profesionales y trabajadores de la salud, la seguridad, y muchos servidores anónimos que desarrollan tareas solidarias y humanitarias en distintos ámbitos de nuestra ciudad. Para ellos vaya nuestro reconocimiento y cariño.
Cuando poco o nada podamos hacer para solucionar el dolor ajeno, nuestra sola presencia puede ser importante para decir, por lo menos: “Acá estoy yo para acompañarte, comprenderte y amarte”.
Ricardo J. Arnoldi
Rotary Club Casilda
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