Edición N° 272 - 5

La Viuda. (Leyenda local). por Evaristo Aguirre

Se describe a la viuda como la imagen de una mujer alta y enjunta (demasiado flaca) de tez blanca, cubierta con manto negro, que suele aparecerse en los caminos, puentes o lugares solitarios. Se la ha visto incluso en zonas urbanas, en callejuelas sombrías, como ausente o en paciente espera. Se insinúa a los hombres

Se describe a la viuda como la imagen de una mujer alta y enjunta (demasiado flaca) de tez blanca, cubierta con manto negro, que suele aparecerse en los caminos, puentes o lugares solitarios. Se la ha visto incluso en zonas urbanas, en callejuelas sombrías, como ausente o en paciente espera. Se insinúa a los hombres con una sonrisa, a veces se atreve a acompañarlos un buen trecho, sin hacerles nada. Evita la presencia de las mujeres a las que aborrece. Al caminar, su manto flota al viento. Sale siempre de noche.

Sus apariciones en el campo son las más frecuentes, pero es este ámbito se presenta como un ser agresivo, cubierta con un manto blanco y cuando se desplaza sus pies parecen no tocar la tierra, y asalta a los viajeros desvalijándolos.

Se dice que es una joven que merodea por la orilla del río, tratando de encontrar al hijo que arrojó en sus aguas para ocultar su falta. Para reparar su crimen, Dios la habría castigado a buscarlo eternamente. Se ocupa especialmente de perseguir a los jóvenes, subiéndose al anca de sus caballos, abrazándolos mortalmente. Los pocos que lograron zafar de este cariño tan singular cuentan que sintieron a sus espaldas el ruido de una bolsa de huesos.

Desde hacía un tiempo comentaban los vecinos de la costa del Carcarañá, que en las cercanías del “Puente Simonit” y el camino que une Casilda con Cañada de Gómez aparecía la espectral figura de una mujer.

En esos tiempos Ciriaco Bravo, un fin de semana se encontraba de visita en la casa de sus familiares situada al lado de la comisaría de la costa sobre el camino real.

Al atardecer de un fin de semana, Ciriaco le dijo a su hermana Celina que iría un rato al boliche de Simonit, a pesar de las recomendaciones que le hicieron para que no fuera por que se aparecía “la mujer”. Sin embargo su decisión fue indeclinable.

Luego de compartir con viejos amigos, cerca de la media noche emprendió el regreso, había hecho un corto trecho cuando alcanzó a divisar a la vera del camino a una mujer que le sonreía, al acercarse la invitó a subir diciéndole “- quiere que la lleve mi china”, no terminó de decir esto que sintió de inmediato que la mujer había saltado sobre el anca de su cabalgadura y le echaba los brazos al cuello, sintiendo como un fuego que le quemaba la nuca. El caballo reaccionó lanzando un resuello, se hecho a la furia como alma que lleva al diablo, allí fue cuando la mujer se apegó escuchándose un alarido fiero y triste como un llanto que estremeció la noche retumbando en el río.

Al llegar “las Casas” de sus familiares, la tuvieron que bajar del caballo, ya que le temblaba todo el cuerpo por el gran sofocón.

 

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